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Café sin purpurina

Café sin purpurina

Podcast de Emprendimiento: la cara B de la vida emprendedora

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19. Límites sin purpurina

Hoy venimos con un temazo con mucha, mucha purpurina: los límites.

No nos enseñan a poner límites. Ni como personas que trabajan ni como personas que, simplemente, viven.

Hoy vemos qué son, para qué sirven, cómo ponerlos… y cuál es el problema REAL con ellos.

El meollo: qué son los límites

Poner límites es necesario, sobre todo cuando alguien se pasa de la raya. Además, no te van a querer menos por hacerlo. Y si te callas, y no dices: «esto no»… mal.

Lo que te guardas dentro, dentro se queda, te enfada, te enciende… y, al final, rebota y sale disparado.

Esto pasa con los animales, con los niños, con la familia, con los amigos, con la pareja… y con los clientes, claro.

No nos enseñan a decir que no, a saber qué queremos y qué no queremos.

Se nos enseña a ser bien educadas, complacientes, correctos…

y a no molestar, por favor.

☕ Los límites NO están bien vistos porque, si los pones, parece que:

  1. eres asaúra, borde o mala leche
  2. eres un egoísta que se antepone siempre
  3. faltas al respeto a la otra persona
  4. eres un quejica, te quejas por cualquier cosa. El famoso «que tampoco es para tanto…» </a

La clave aquí está en superar ese deseo de aprobación, de querer gustar y agradar… y ser fiel a la verdad de lo que TÚ sabes que quieres y necesitas.

Cuando emprendes (o cuando vives, en realidad) la idea es no dejar que alguien cruce la línea de tu libertad solo por evitar que se enfade o se moleste.

Tu poder está en decir: «MI LIBERTAD COMIENZA DONDE TERMINA LA TUYA». Y viceversa.

Un buen ejemplo lo cuenta Esther, cuando enfrentó un aborto y gran parte de la familia solo estaba presionando para que tuvieran un hijo.

Para devolver la incomodidad, acudía al tabú —oh, hablar de abortos, ¿pero eso existe?—, y solo así la gente comprendía que había un límite ahí que no debía cruzarse.

Una vez dicho esto respecto a la vida, ¿qué pasa al emprender?

Pues tres cuartas partes de lo mismo.

Qué implica poner límites al emprender

La mayoría de los problemas que requieren poner límites afectan a trabajos creativos, como la redacción, el diseño o el desarrollo personalizado, pero también en cuestión de las tareas y responsabilidades que se esperan de un profesional.

¿El asunto?

Es fácil encontrar emprendedores que se sienten invadidos por relaciones de poder que no quedan claras desde el inicio.

Y, una vez metidos en el embolado, cuesta muchísimo salir.

Pasa cuando no nos damos cuenta y, como dirían nuestras madres, nos meten las cabras en el corral.

O bien sí que nos damos cuenta, y lo dejamos pasar —ejem, por miedo a desagradar o incomodar—, y la bola de nieve no para de engordar.

Pero que no panda el cúnico.

Rehacer las relaciones de poder es posible, y lo vamos a comentar con situaciones reales.

Encuentra el equilibrio para redirigir lo que haces hacia lo que de verdad quieres hacer

Comunicación asertiva: decir las cosas sin invadir y poniéndonos en nuestro lugar

Límites es la asignatura de primero de emprendimiento.

«Igual que le dices al galgo que no se coma el sofá, le dejas claro al cliente que se acaban las revisiones, y que así está bien».

Porque hay algo que tienen en común la vida cotidiana y el emprendimiento.

Cómo te perciben los demás es una señal de cómo toleras que sobrepasen tus límites. Obsérvate. Date cuenta. Y, entonces, actúa.

Es posible que tu cliente pretenda otra cosa.

Pero si le permites sobrepasar la línea roja, la responsabilidad ya no es suya, sino tuya.

Ejemplos de límites que podemos poner

Situaciones como estas pueden ser ilustrativas.

  • Días y horas de trabajo: no me llames a tal o a cual hora.
  • Formas de contacto: email, tickets, mensajería instantánea…
  • Tiempos de respuesta: 24 o 48 horas…
  • Fechas y deadlines que dependen de ambas partes, sobre todo dejando claro qué pasa cuando NO te entregan el material que necesitas para trabajar.

Gestionar los límites es necesario incluso cuando te los aceptan, y luego los sobrepasan

Y claro.

¿Cómo solucionar el tema cuando ya la has liado?

Apunta.

  • Busca la solución que quieras, pero no pases por el aro porque entonces estás cediendo tu poder.
  • Di: ok, lo hacemos; pero esto va a suponer un cambio.
  • No te calles, no tragues, manifiesta eso que tu intuición te está indicando.
  • Es incómodo hablar, pero qué bien se queda el cuerpo cuando lo sueltas y lo dejas FUERA de tu cabeza.

Aquí puedes ver una publicación donde María —servidora— lo explicaba con casos reales.